Pensando sobre Barbie, la muñeca

Posted by admin in Artículos

Al hilo de la feria de Arte Contemporáneo (ARCO 2017), la Comunidad de Madrid inauguró en una de sus salas, en la Fundación Canal, la exposición titulada “Barbie más allá de la muñeca”. Analizándola con espíritu crítico, de esta exposición es difícil saber qué es más indignante: si el hecho de que en un espacio público se exponga el merchandising de una empresa privada, o los textos que acompañan a la muestra donde se nos intenta convencer de que Barbie, la muñeca, “ha trasmitido valores de igualdad de género, de integración racial, de respeto por la diversidad, familiares, de fomento de la cultura de amistad. Y todo ello sin dejar de lado su condición de muñeca, de referente de la moda y de baluarte de la feminidad.” (Cita literal de los textos que acompañan a la exposición, ausencia de puntuación incluida).

Una muestra inmensa de muñecas, de 437 piezas, donde hay la muestra injusta pero políticamente correcta de diversidad cultural, la muestra injusta de diversidad de cuerpos y la muestra injusta de mujeres que trabajan en algún oficio. La inmensa mayoría de las muñecas están vestidas de novias, con costosísimos vestidos de diseñadores famosos y con imposibles pantaloncitos… ¡¡¡Exactamente como nos arreglamos todas para ir todos los días a trabajar y a recoger a la progenie al cole!!! Sin duda. También tenemos dos casas de Barbie, así como su habitación y algunos complementos: su coche rosa, su avión rosa… Curiosamente, la casa que Barbie y su familia tiene en los años 60 es amarilla y naranja, bien decorada y llena de luz, mientras que la casa de los años 90 es de color rosa chicle con adornos en rosa fucsia. Algo que recuerda Backlash, la guerra no declarada contra las mujeres, obra de Susan Faludi, del año 1991.

Considerar que esta muñeca, en el año 59, cuando Elliot Handler, fundador de Mattel Inc. y su mujer Ruth, crearan a Barbie para darle gusto a su hija, podría ayudar a las niñas a pensarse en otros roles tiene su sentido. PERO ESTO ERA EN EL AÑO 59. Recordemos que en estos años Betty Friedan escribe La mística de la feminidad definiendo lo que en aquellos momentos era “el problema que no tiene nombre”, problema que consistía en la frustración que sentían las mujeres norteamericanas al no poderse realizar en ningún otro papel que no fuera el de esposa y madre. Algo que queda muy bien reflejado en la película Revolutionary Road (2008) dirigida por Sam Mendes y magistralmente interpretada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.

Recordemos que la inspiración para crear esta muñeca es otra muñeca, llamada Lilly, que el matrimonio Handler encuentra en un viaje por Alemania y que era vendida sólo a los hombres. Lilly había surgido de una tira cómica semipornográfica y era exuberante, con una insinuante mirada y, por supuesto, blanca y rubia. Como la muñeca no encajaba en el modelo puritano de la sociedad norteamericana, Ruth y Elliot compraron sus derechos y junto a un diseñador japonés rediseñaron las características de la muñeca.

La creación de Barbie coincide en el tiempo con el arranque de la liberación sexual de las mujeres. Es la razón por la cual, en sus primeros momentos, Barbie proyecta la imagen de una joven modelo, soltera, femenina y decidida a no arruinar su vida, ni su cuerpo, casándose y teniendo hijos. Se estaban rompiendo determinados roles en la búsqueda de un nuevo paradigma: mujeres altas, esbeltas, rubias y alegres. ¿Verdad que les suena? Era una forma de conquistar una posibilidad de libertad en las mujeres, que generó de nuevo estereotipos sociales de mujeres donde la belleza lo es todo. Ustedes que nos leen ya saben la dirección que este nuevo paradigma ha ido tomando.

Volviendo a Barbie: ¿Es posible imaginar una mujer de 1,70 metros de estatura, 43 kilos de peso, 99 centímetros de busto, 55 de cintura y 83 de cadera? ¿Imaginas carecer de la articulación entre tus dos piernas, de lado a lado de la cadera todo un bloque, y que estas piernas sean tan largas con un cuerpo tan pequeño, tan desproporcionado que no pudieras caminar? Eso sí, totalmente a la moda, siempre pendiente de la ropa que vas a ponerte y si esta te tapa o te destapa el michelin o la barriguita.

De acceso gratuito al público, solo disponemos del tríptico y de la invitación, cuyo texto provoca en quien lo lee la creencia de que Barbie es el paradigma de la igualdad de género y la salvadora de nuestra feminidad. La perplejidad ante ello es inevitable. También hay un catálogo de pago, de magnífica factura visual, que no hemos tenido el “privilegio” de consultar.

La última frase de la citada invitación dice que, durante décadas, desde quienes gestionan la imagen de Barbie, se ha apostado por la igualdad de género, la integración racial, la amistad intercultural y todo ello sin perder ni un ápice de su FEMINEIDAD. Ni siquiera podemos decir que sea una mala exposición; como icono contemporáneo no podemos negarla, pero que nos la presenten como defensora de valores igualitarios es inaceptable y nos deja bien claras las políticas de igualdad que pueden esperarse de la Comunidad de Madrid.

Si esta exposición no perjudicara a las mujeres como nos perjudica, generando mensajes de que la igualdad es un hecho a pesar de la exigencia sobre nuestros cuerpos, a través de las cirugías, la cosmética, las dietas… y de nuestra invisibilización, la torpeza de este comisariado nos causaría risa y no dejaríamos de verlo como un spot comercial.

Pero como ya existe mucha teoría y mucha sobre el daño que los estereotipos de género hacen a las mujeres legislación (por ejemplo, la Resolución del Parlamento Europeo, de 12 de marzo de 2013, sobre la eliminación de los estereotipos de género en la UE), sería deseable lograr un poco de cuestionamiento sobre la decisión de la existencia de esta exposición en un espacio que es de toda la ciudadanía de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Si no tienen en cuenta que con esta falta de visión de género se incumple, una vez más, la ley y se perpetua la violencia simbólica contra los cuerpos de las mujeres, debiera de generarse el cuestionamiento de que gestión cultural se lleva a cabo con nuestros impuestos. Ignorar ambas cosas a estas alturas del siglo XXI solo es muestra del grave déficit de equilibrio democrático que provoca la ausencia de políticas igualitarias.

Artículo escrito originalmente por Pilar V. Foronda, Artista escultora. Doctora en Bellas Artes. Agente de igualdad y detección e intervención en violencia de género. Gestora cultural. Asociada a Clásicas y Modernas, asociación para la igualdad en la cultura, MAV, mujeres en las artes visuales, y en EmPoderArte (antes GenerandoArte) y publicado originalmente en Tribuna Feminista.

Compartir
17 Abr 2017 no comments

Sorry, the comment form is closed at this time.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies