A la conquista de la música

Posted by Maria Angeles Lorenzo in Agencia, Artículos

La música es una de las representaciones artísticas y culturales más antiguas de la Historia de la humanidad, es una práctica comunicativa y expresiva básica, inherente a cualquier cultura y a los individuos que la integran, sean de la clase social que sean, formando así parte de la vida cotidiana de cualquier colectivo.

La música, consideradas por muchos una ciencia, es también arte, es melodía, armonía y ritmo; es una forma de expresión a la altura de la poesía o la pintura y de mismo modo que estas, proyecta el reflejo de la sociedad en la que ve la luz; la música es un lenguaje simbólico y universal que permite la expresión de las emociones… Y constituye otro territorio por conquistar para la mitad de la población mundial que conformamos las mujeres.

La historia relativamente reciente (y no tan reciente) de la música nos regala obras maestras y grandes compositores, pero vuelve a relegar a la mujer a un segundo plano. El papel de la mujer en la música repite un patrón androcentrista que nos otorga un rol secundario, el patrón patriarcal que obliga a compositoras a usar pseudónimos masculinos para poder crear sus obras. Un patrón que coquetea con la misoginia, que impera en la cultura y en todas sus expresiones artísticas de las música  no se abstrae.

A diferencia de los hombres, que no suelen ser discriminados por su género, la exclusión de las mujeres, también en la música, está naturalizada. Absolutamente normalizada, muchas veces no se juzga como tal puesto que disfrutamos del arte bajo un prima masculino. Esta discriminación impide que brillen mujeres como Maria Anna Mozart (Nannerl) hermana pequeña del compositor, niña prodigio y dueña de una vastísima cultura musical; Nannerl tocaba el piano, componía y acompañó en numerosas ocasiones a Amadeus tocando el violín. Fue su propio padre quien le prohibió dedicarse a la música. O Clara Wieck, esposa de Schumann, y virtuosa del piano, que compuso casi en su totalidad algunas de las obras de su marido, como reconocería años más tarde el propio Schumann. O Fanny Mendelsohn, hermana del compositor alemán, obligada por su familia a reducir sus inquietudes por la música a tertulias y reuniones familiares.

Hasta el siglo XX, al papel que desempeñó la mujer en la música se le arrebataron los aspectos creativos y se limitó al entorno familiar. A aquellas que destacaban, no les estuvo nunca permitido mostrar en público su calidad compositiva y/o interpretativa quedando relegadas al ámbito privado.

La historia de la mujer, también en el ámbito musical, es una continua lucha por la conquista de derechos. Figuras como la brillantísima Alma Malher, eclipsada por Gustav Malher (“el rol de compositor, el mundo del trabajo, me corresponde a mí, tu papel es el  de compañera amante y pareja comprensiva”) Wanda Landowska o María Callas van asfaltando el camino para que la mujer irrumpa con fuerza en todas la parcelas de la música.

Es en el SXX cuando la música empieza a derribar las barreras sexistas. La creación de orquestas “protesta” integradas únicamente por mujeres, como las de Viena o Barcelona o figuras de la relevancia de Ell Fitzgerald empiezan a cambiar la perspectiva, pero la revolución contracultural de los 60, con el Festival de Woodstock como máximo exponente,  fue el revulsivo que impulsó y canalizó la igualdad a nivel artístico y cultural. Las mujeres empezaron a tener protagonismo real en la música de la mano de artistas como Jannis Joplin o Joan Baez.

Ya en el SXXI y con las mujeres reconocidas como figuras relevantes en el mundo de la música, la lucha es otra: erradicar el machismo de las letras, de las puestas en escena y de los videoclips.  Todas esas representaciones, sin ninguna perspectiva de género pueden convertirse en referencias peligrosas y en apología de la cultura de la violación.

Hay que crear una conciencia en la que este tipo de canciones, de performances, sean inaceptables socialmente y crear propuestas de música feminista por una sencilla razón: el nivel de implicación con la música y la capacidad de difusión del mensaje son muy elevados. Son píldoras culturales de 3 minutos, que se consumen con mucha más facilidad que un libro o una película y el mensaje cala muchísimo más rápido. Además, estas representaciones de la violencia, sin introducir una perspectiva crítica clara pueden convertirse en referencias peligrosas y alimentar la percepción de la mujer como inferior al hombre o fomentar la cultura de la violación. ¿Dónde ponemos la línea en la defensa de la libertad de expresión y la condena de ciertos contenidos?

El machismo se combate ocupando espacios desde propuestas feministas y  la música no debe ser una excepción

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15 Dic 2018 no comments

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