¿No pintamos nada?

Posted by Maria Angeles Lorenzo in Artículos

Autora: María Izquierdo

A lo largo de la historia las mujeres han sido muy productivas en las artes plásticas, pero como consecuencia de la perspectiva androcentrista global dominante, en la mayoría de los casos y como ocurre en otras disciplinas no artísticas, sus nombres se han ido omitiendo y su arte se ha ido diluyendo en la nada con el paso del tiempo.

Las mujeres pintoras, hasta hace relativamente poco tiempo, eran excluidas del ámbito público y de la oportunidad de formarse y tuvieron que conformarse con pintar obras en las que la figura humana estaba ausente y si no lo estaba aparecía vestida, lo que señalaba (como consecuencia directa de esa exclusión académica) su desconocimiento sobre anatomía humana. Pese a su genialidad, técnica y minuciosidad, el arte realizado por las mujeres se catalogaba (y se cataloga) como pequeño, de segunda categoría. Las miniaturas de Levina Teetlinc o de Marie Anne Gérard Fragonard; los paisajes de Gertrude Eleanor Spurr, Lucy Bacon o Camile Flers; las escenas cotidianas de Eva Fredrika Bonnier, Laura Alma-Tadema o Berthe Morisot; los retratos de Anna Bilinska, Eva Gonzalès, Procesa Sarmiento, Ann Hall o Maria Cosway; los bodegones de Claude Raguet, Adela Ginés o Anne Vallayer-Coster; las flores de Mary Hiester, Ellen Robbins, Clara Wheatley, Maria Caffi o Mary Ann Duffield; los insectos de Maria Sibylla o las frutas de Deborah Griscom… no son consideradas obras maestras ni tan siquiera grandes obras porque fueron realizadas por mujeres. Estas obras conforman lo que se conoce como Petit genre o “Pintura de género” un estilo que rezuma cotidianidad y al que los estudiosos le otorgan escasa intelectualidad.

Aunque las pintoras citadas (y muchas más, de épocas anteriores y posteriores) en ocasiones mostraron, en el tratamiento dado a los temas recurrentes tanto en la pintura como en otras representaciones artísticas, una visión diferente a la de los artistas hombres, es durante el siglo XX y de forma simultánea a los cambios sociales y políticos que promueve el movimiento feminista, cuando se establece el paralelismo:  esa relevancia adquirida en el mundo laboral y en la realidad social y política, se vio reflejada claramente en el arte realizado por mujeres.

El arte feminista tuvo sus primeras expresiones en la década de los años 70 en Estados Unidos. El arte realizado por mujeres cuestionó -y cuestiona- la tradición cultural occidental y la identidad de la mujer asentada, desde tiempos inmemoriales, sobre una perspectiva y una visión profundamente androcentristas. A través de sus obras, las mujeres artistas, tratan de abrirse camino con nuevas ideas sobre la mujer y lo femenino, dinamitando estereotipos y construcciones sociales y culturales y adquiriendo un empoderamiento cada vez mayor.

Aun así, las cosas no pintan bien para las pintoras y artistas mujeres en este siglo. Georg Baselitz (pintor alemán, representante del neoexpresionismo abstracto) se desmarcó en 2013 con unas declaraciones cargadas de misoginia en el semanario Der Spiegel: “Las mujeres no pintan muy bien. Es un hecho. Hay, desde luego, excepciones. Agnes Martin o en el pasado Paula Modersohn-Becker. Me encanta ver alguna tela suya. Pero no es Picasso, no es Modigliani ni es Gauguin”.

El mercado del arte refleja la misma discriminación estructural hacia las mujeres que se da en el campo empresarial o deportivo. De ahí que las mujeres artistas también ganen menos. El economista Roman Kräussl analizó 1,5 millones de ventas en subasta de 66.442 artistas entre 1970 y 2013. El precio medio por transacción era de 48.212 dólares (39.800 euros) para los hombres y de 25.262 (20.900 euros) para las mujeres.

Además, un estudio de 2018, tras analizar 113.000 transacciones de 725 casas de pujas, revela que no hay ninguna pintora entre los 50 artistas que más vendieron en subasta el año 2017.

Cada obra, cada lienzo, cada colección es un relato, es una construcción de la artista que lo lleva a cabo y, a fecha de hoy,  la expresión artística con mayor éxito comercial es un club privado de hombres. En los museos, a nivel mundial, solo hay un 13% de presencia femenina en las colecciones que exhiben y lo mismo ocurre con los espacios directivos relacionados con el arte o con jurados de concursos.

Empezar a ceder espacios artísticos a mujeres, que estas tomen las riendas de grandes museos, que los coleccionistas se conciencien  y que la subastas se impliquen con y para el arte femenino parecen pasos necesarios par andar el camino que lleva a la rotura del techo de cristal que también, y como no podía ser de otra manera, afecta al arte femenino: estamos todavía lejos de alcanzar la situación idónea y los retos señalan directamente a toda la sociedad. Y esta responsabilidad no debería dejar indiferente a nadie.

 

«Pensaron que yo era surrealista, pero no lo fui. Nunca pinté mis sueños, sólo pinté mi propia realidad.»

Frida Kahlo.

 

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29 Ago 2019 no comments

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